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Marengo es el nombre de una pequeña población del Piamonte italiano que da nombre a una victoria de los franceses al mando de Napoleón Bonaparte sobre la infantería austríaca el 14 de junio del año 1800.
Napoleón era hombre de poco refinamiento gastronómico, muy al contrario que su ministro Talleyrand. Comía deprisa, con hambre voraz, y apenas masticaba. Le gustaban las patatas, las legumbres, el huevo duro y la pasta a la italiana.
El pollo a la marengo tiene una historia conocida. Tras una batalla Napoleón se hallaba muy lejos del furgón de aprovisionamiento. Con su hambre atroz, pidió comida y el cocinero suizo Durand, que no tenía alimento a mano, mandó buscar lo que fuera en la granja más cercana. Uno le trajo tres huevos, otro cuatro tomates y ajos, un tercero tres cangrejos de río y un cuarto pollo, una paella y aceite de oliva. Así, frió el pollo aderezándolo con algo de cognac. El futuro emperador encontró excelente el plato y lo comió con fruición. Desde entonces, después de cada batalla, le pedía a Durand que le sirviera este plato. Eso es lo que cuenta la leyenda.
El plato de pollo tuvo mucho éxito y Durand quiso mejorarlo añadiendo vino blanco y champiñones, a la vez que suprimía los cangrejos de río. Cuando napoleón se percató de la desaparición de los mismos lo llamó y le instó a ponerlos de nuevo si no quería caer en desgracia. Así, se siguen poniendo cangrejos de río al pollo salteado a la marengo que aun aparece en las cartas de los restaurantes franceses.
Este pollo, de origen militar, una improvisación genial de un cocinero apurado, se acompaña muy bien con un vino Beaujolais de calidad o con un rioja joven.
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