Las variedades de este fruto del albaricoquero, árbol rosáceo de origen chino, son numerosas y su maduración relativamente corta. Su carne es anaranjada, tierna, carnosa y perfumada.
El secado de la fruta es antiquísimo. Ya los jeroglíficos del Antiguo Egipto ofrecían referencias escritas de la misma al incliurla en sus tumbas. Los antiguos griegos también apreciaban la fruta seca, según nos dice la Biblia, y se pagaba con uvas pasas los impuestos al rey David (1003-97 a. C.).
El aire de la deshidratación (sol y aire), con los albaricoques cortados por la mitad y sin el hueso, mantiene su conservación y los nutrientes de la fruta (hierro, vitaminas B3 y E, provitamina A, potasio, magnesio, yodo y fibra).
Se conservan un años en lugar seco o en la nevera. Comer orejones (albaricoque secos) supera el contenido de vitamina E de las nueces.
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