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El arte del secado de la fruta es antiquísimo. Ya en Mesopotamia, siglos antes de las pirámides, se pagaban deudas e impuestos con cereales y frutos secos. Sin embargo, son los jeroglíficos del Antiguo Egipto los que ofrecen referencias escritas sobre las mismas al incluirlas los faraones en sus tumbas.
Los israelitas consideraban de gran alimento las tortas de higos secos y pasas. Se pagaban con uvas pasas los impuestos al rey David (1003-970 a. C.), según nos dice la misma Biblia.
Los antiguos griegos apreciaban la fruta seca. Las pasas de Creta eran parte de los premios en competiciones deportivas. Los antiguos romanos las incluían en sus platos. Y hacían vinos con ellas fermentadas. Ellos popularizaron los frutos secos.
Las pasas
Son uvas secas grandes, carnosas y con pocas pepitas. Se conservan 12 meses y se emplean en el pilaf (arroz con hortalizas, pollo, pescado y condimentos picantes), muesli, repostería o como relleno de aves. Se suelen macerar en algún licor para que se rehidraten. Contienen bastante azúcar, hierro, fibra, fósforo, vitamina B, flavonoides (son antiinflamatorios)
Si se combinan con piñones o nueces son un manjar exquisito y mejoran la salud de las articulaciones.
Las pasas de Corinto no tienen pepitas.
Los orejones
Son piezas de albaricoque o melocotón sin huesos, pelados y secados al aire y al sol. Se pueden tomar directamente o rehidratándolos. Se utilizan en ensaladas o relleno de aves.
Aportan hierro, vitaminas B3 y E, potasio y fibra. Refuerzan las mucosas respiratorias y digestivas.
Se conservan unos 12 meses en lugar seco o en nevera.
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