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Estudios
recientes han acabado con la inmerecida mala fama que han tenido los helados
durante años, pues además de un dulce placer pueden ser un alimento sano
gracias a sus componentes y a una cuidada elaboración. El único requisito es no abusar de su ingesta
dentro de una dieta equilibrada.
El hielo,
precursor de los helados, era ya utilizado en los países meridionales. Se sabe
por el filósofo griego Jenofonte (430-354 a C.) que los griegos conocían las
bebidas refrescadas con hielo y aconsejaba conservar nieve para enfriar el vino
que, de esta manera, se bebía con más placer. Asimismo, Plinio ya nos dice que los romanos de la época
imperial bebían hielo o nieve. Nerón comía purés de frutas enfriados con nieve
(sorbetes…).
Los helados
propiamente dichos llegan a occidente procedentes, sin duda, de China, cuyo
origen se situaría en la época de la dinastía Tang (800 a C.), donde se tomaba
el hielo mezclado con frutas como una exquisitez.
De la China habría pasado a la India, Irán, Turquía y el imperio árabe, de donde nos llegaron
probablemente a nosotros. Dicen que entre 1295 y 1320 fue traído de Ásia a
Italia por Marco Polo tras una de sus expediciones a China. Le habría regalado
la receta el emperador Kublai-Khan.
Según algunos
tratadistas italianos – en Italia se fabrican unos helados excelentes- su iniciador
habría sido un florentino llamado Buentalento, en el siglo XIV.
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En Francia los postres helados fueron introducidos
por los especialistas del séquito de la italiana Catalina de Médicis al casarse
en 1533 con el futuro rey Enrique II. Sin embargo, fue el italiano Francesco Procopio
(afrancesado su nombre en Procope) quien lo dio a conocer en París al abrir un establecimiento
donde los servían. Se hizo muy famoso.
A partir del siglo XIX se mejoró la fabricación
de helados, llegando a incorporarse los más variados sabores.
Cuanto más artesanal tanto más sano es el helado.
Hay que huir de los que contienen grasas trans ya que suben el colesterol en sangre.
Contrariamente a lo que se cree no son los helados excesivamente ricos en sacarosa
(entre un 15 y un 17 %). Por lo general se pueden integrar perfectamente en una
dieta equilibrada. Existen también variedades para diabéticos o bajos en calorías.
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