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Es un plato típico del cantón suizo de Valais. Es conocido en todo el mundo e indica también un tipo de queso. Dice la leyenda que un pastor helado tuvo la idea de calentar su trozo de queso sobre el fuego y recuperó la pasta que se fundía sobre su mendrugo de pan: había inventado el queso asado.
La raclette circulaba por las montañas suizas desde la Edad Media. Los excursionistas ponían media rueda de queso de la zona de Valais delante de la chimenea y la raspaban con una espátula sobre unas patatas.
En el siglo XX este plato reconfortante ya no es privilegio de unos pocos. En los años 70, el empleado de una quesería francesa que viajaba por Suiza, se apasiona por esta preparación y la lleva a Francia al principio de las estaciones de nieve. En 1978 la casa Tefal idea el primer aparato eléctrico para hacer la raclette. Esta facilidad aporta un gran éxito al plato.
Debe usarse un queso graso de leche de vaca, prensado. Hay varias versiones, ahumadas o perfumadas con granos de mostaza, trufa, a la escalona, etc. Puede ser queso suizo o francés.
La raclette de Saboya tiene una Indicación de Origen Protegida desde 2017. Se prepara con medio queso. Se calienta con el utensilio y con una espátula se rasca la parte que se está calentando y se deposita en un plato o sobre medias patatas calientes cocidas con piel.
Es tradición que se acompañe de productos charcuteros (jamón, mortadela, coppa), encurtidos y hortalizas (zanahorias, cebolletas) a tiras.
La raclette es la vedette del invierno frío, mejor alrededor de un buen fuego y con un vino blanco de cuerpo (té para los abstemios).
NOTA
Se puede espolvorear con paprika el queso fundido.