domingo, 24 de marzo de 2024

La comida de los israelitas en el Antiguo Egipto y en el desierto

 


          Según cuenta el libro bíblico del Éxodo, los israelitas recién escapados de Egipto se quejaron a Moisés y Aarón: “nos habéis traído a este desierto para matarnos de hambre. Hubiera sido mejor que Dios nos quitara la vida en Egipto. Allá por lo menos teníamos ollas llenas de carne, y podíamos sentarnos a comer hasta quedar satisfechos”.

          Dios le dijo a Moisés: “Voy a hacer que del cielo llueva comida todos los días, pero la gente recogerá sólo lo necesario para cada día. El día sexto podrán recoger el doble”.

          Moisés y Aarón les dijeron: “¡Dios, que os sacó de Egipto, ha escuchado vuestras quejas! Esta misma tarde sabréis que Él está aquí porque os dará a comer carne. Y mañana temprano lo sabréis también, porque os dará todo el pan que podáis comer”. Aquella misma tarde llegaron al campamento tantas codornices que cubrieron todo el suelo. A la mañana siguiente, todo el campamento estaba cubierto con un rocío que, al evaporarse, dejaba en el suelo algo parecido a migajas de pan.

          Los israelitas nunca habían visto nada parecido. Moisés les dijo: “Éste es el pan con el que Dios os va a alimentar. Él ordena que cada uno recoja unos dos kilos por persona. Nadie debe recoger más de lo necesario ni guardar nada para el día siguiente”. No le faltó pan a nadie.

          Algunos no le hicieron caso y guardaron parte para el día siguiente. Pero el pan que guardaron se llenó de gusanos y olía muy mal. Moisés se enojó mucho con ellos. Después de esto, cada uno recogía solamente lo que necesitaba. Y lo hacía muy temprano porque con el calor del sol el pan se derretía.

          El sexto día de la semana, los israelitas salieron a recoger pan. Pero en vez de tomar dos kilos por persona recogieron el doble. Moisés les dijo: “Dios ha ordenado que el día de mañana sea un día de descanso, un día para adorarlo. Por eso Dios os ha dado hoy doble cantidad de comida. Guardad para mañana todo lo que hoy os sobre”. Por la mañana, vieron que el pan no se había llenado de gusanos ni olía mal. No hallaron nunca pan en el día séptimo.

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          El pan que recogían era blanco como las semillas del cilantro. Y dulce como el pan con miel. Lo llamaron “maná”.

          Moisés dijo a los israelitas: “Dios nos ha ordenado guardar maná, para que nuestros descendientes vean el pan con que nos alimentó en el desierto, cuando nos sacó de Egipto. Aarón: Toma en una vasija unos dos kilos de maná para colocarlo en el Arca de la Alianza. Allí guardaremos el maná, para que nuestros descendientes sepan lo que Dios nos dio a comer”.

          Ése fue el alimento de los israelitas durante cuarenta años. Lo comieron hasta llegar a la frontera con Canaán. Para pesar el maná, los israelitas usaban una medida de dos kilos llamada “gomer”. Su éxodo duró tantos años porque desobedecieron en algunas cosas al Señor.

          En el libro bíblico de los Números se cuenta que los israelitas añoraban la comida de Egipto:

 “Nos acordamos del pescado que comíamos en Egipto de balde; de los pepinos, los melones, los puerros, las cebollas y los ajos; y ahora nuestra alma se seca; pues nada sino este maná ven nuestros ojos”.

El agua en el desierto

          En el libro del Éxodo se narra que los israelitas, después de pasar el mar Rojo, anduvieron tres días por el desierto sin hallar agua. Llegaron a Mara y no pudieron beber de sus aguas porque eran amargas. El pueblo murmuró contra Moisés. Dios le mostró un árbol, lo tiró en las aguas y estas se endulzaron. Llegaron a Elim, donde había doce fuentes de agua y 60 palmeras.

          También en el Éxodo se narra que cuando los israelitas se sentían desesperados por la sed en su deambular por el desierto, Dios ordenó a Moisés golpear una roca en el monte Horeb. De allí salió agua para que la bebiera el pueblo.


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